
En los experimentos, los investigadores proporcionaron a casi 250 estudiantes universitarios información sobre enfermedades como la gripe, el VIH, la osteoporosis y el cáncer de mama. En el caso de la gripe les pidieron que se imaginaran que tenían una serie de síntomas (tos, fiebre, secrección nasal y dolor de cabeza) y les preguntaron si pensaban que tenían la gripe "normal" o la más "preocupante" gripe porcina H1N1. También se les pidió que diagnosticaran a otra persona hipotética con esos síntomas. Según los investigadores, cuando se referían a sus propios síntomas, las personas se autodiagnosticaban la cepa H1N1 de gripe, que es más rara, con más frecuencia que si pensaban que los síntomas eran de otra persona. En otras palabras, su precisión para medir correctamente las probabilidades de infección con H1N1 se reducía si pensaban sobre sus propios síntomas.
Los autores del estudio explican estos efectos usando el concepto de "distancia psicológica", que hace que cuando pensamos en otras personas tendamos a considerar información más amplia y a ser menos subjetivos que cuando el problema nos afecta directamente. De ahí que Yan insista en que, en lugar de hacer diagnósticos de “aficionado”, conviene acudir al médico. Y es que, como apunta el nuevo estudio, "la ventaja de ver a un médico de verdad no solo reside en que es un experto, sino también en que eres tú".
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