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miércoles, 24 de noviembre de 2010

El Amor en la crianza, es la mejor solución

Cuando hablamos de disciplina algo en mi se hecha a temblar, porque no puedo evitar identificarla con el autoritarismo adultocentrista. Sin embargo, la disciplina es necesaria, es la manera de ayudar a las personas a ser más responsables y respetuosas con los demás. En este término se aplica mejor lo que se ha venido en llamar disciplina positiva y que prefiero llamar disciplina con amor .

La clave es usar métodos no punitivos, es decir, sin castigos, para ayudar a transmitir un mensaje con respeto, amor, asertividad y firmeza. No es ser laxo, ni dejar pasar comportamientos intolerables por su agresividad o negatividad, sino usar otras formas de comunicación que no sean los juicios o la imposición.

Sobre todo partiremos de entender las razones por las que los niños actúan como actúan, sin prejuzgar ni etiquetarlos como malos, sino trabajando en la profundización de las causas reales de los comportamientos inadecuados.

Tenemos que llegar a conseguir, además de que hagan lo que creemos mejor para ellos, que nosotros también podamos entender que a veces sus necesidades no son acordes con las exigencias de nuestra sociedad, y que, solamente aprendiendo a respetarlas también, rectificando si nos hemos equivocado al querer encajarlos en esquemas que no concuerdan con lo necesario para tener una infancia natural y feliz, llegaremos a poder darles herramientas seguras para actuar en sociedad con libertad y empatía.

Algunas de las cosas que podemos intentar es dejar que los niños entiendan las consecuencias de sus actos, con preguntas abiertas que les hagan descubrir como se sienten los demás ante su comportamiento o lo que puede conllevar el mantenerse en su línea, en vez de presentarles las consecuencias como hechos ya sucedidos e inamovibles, que vienen muchas veces a convertirse en castigos.

Debemos buscar juntos las soluciones adecuadas para todos los implicados, logrando que se impliquen en ellas desde su propia motivación, no como algo impuesto desde fuera e incomprensible para ellos.

La motivación intrínseca es algo básico tanto para su comportamiento en la infancia como para su desarrollo como personas completas y seguras de si mismas. No hay un día en la vida en el que comenzamos a ser responsables, desde luego no es a los 18. La responsabilidad y el deseo de comportarnos adecuadamente y de tratar bien a los demás es un proceso, al que se llega no desde la autoridad impuesta, sino desde el ensayo y error y el deseo propio de lograr ese objetivo.

Otra de las cosas que debemos aprender a transmitir siempre es que los errores no son fallos personales que dejan marcas indelebles. Los errores no nos convierten en personas erradas, sino que nos dan una oportunidad imprescindible y necesaria en el ser humano: aprendemos de nuestros fallos. Equivocarse es una oportunidad de aprender.

Cooperar con el niño le invita a ser creativo y a tener confianza en si mismo y en nosotros, siempre enseñándole que es dueño de su propio destino pero manteniendo nuestra guía amorosa y firme.

Los niños son miembros de la comunidad desde que nacen. Son personas. Deben aprender mediante el ensayo y error a colaborar con su familia y los grupos sociales en los que se integran, sabiendo que son valiosos desde la infancia, sintiéndose valorados y escuchados, sin que eso vaya en detrimento de los derechos de los demás a ser también valorados y escuchados.

Es decir, criar de manera respetuosa no es dejar a los niños hacer lo que les de la gana sin ayudarles a entender que pueden hacer daño a otros. Debemos acompañar su crecimiento con firme y amorosa presencia, pero no desde la imposición ni el castigo. Hacerles sentir mal no enseña nada, los niños aprenden desde el amor y la comunicación, no desde la vergüenza o la rabia. En realidad, en eso, como en otras muchas cosas, funcionan como los adultos, somos seres humanos igual.

No es rápido ni sencillo, puede parecernos más efectivo pegar un grito o imponer un castigo, pero a la larga, la conversación servirá para poner bases sanas a la comunicación familiar y la convivencia.

El niño que se valora a si mismo y confía en su capacidad puede verse como una persona capaz de mejorar y ofrecer lo mejor de si mismo a los demás. Y ese es el objetivo de la educación y el cuidado que les damos los padres, no ganar una partida, sino darles la oportunidad de ser buenas personas, útiles y valiosas, seguras y capaces de educar a las siguientes generaciones desde la disciplina con amor.

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