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sábado, 31 de julio de 2010

Biotecnología de la excelencia

Es posible que la excelencia sea con diferencia la facultad más deseada dentro de una sociedad moderna construida mediante hits (visitas de perfil). La biotecnología –por otra parte- nos permite la utopía de una generación futura de hombres y mujeres “excelentes”, fabricados genéticamente como en la actualidad se fabrican los tomates de alta calidad. Al menos, a juzgar por el deseo que se vierte a raudales a través de la publicidad, que de manera convulsiva sigue utilizando a la mujer excelente para sus fines, parece ser este el destino inevitable de la femineidad (un futuro semejante al descrito por Boris Vian en “Que se mueran los feos”).

La excelencia, entendida como forma definida y cerrada a la que se ha de llegar a partir de un programa (como sucede a nivel educativo) adopta una redonda belleza sin apenas vértices ni puertas de escape, como si el fruto así conseguido tuviera un proceso de diseño premeditado, al que se llega sin esfuerzo alguno y que se obtiene no por méritos propios (a partir de la consecución de éxitos a través del trabajo, por ejemplo) sino por atributos dados.

Si lo excelente es lo que ya ha alcanzado la excelencia, por otra parte, entonces esta pasa de ser una capacidad a ser una cualidad, un estado alcanzable desde la confección de circunstancias, personalidades e incluso de genes. Si lo excelente es aquello que no admite fallos, una mujer excelente no puede cometer errores, es más: no es posible que los cometa, porque si lo hiciera no sería consciente de ellos (y técnicamente no los cometería). Tampoco su salud puede estar mermada de ninguna manera. Biotecnológicamente, los prototipos excelentes de mujer han de estar fabricados para no sufrir ninguna de las peores enfermedades. A lo sumo, podrá tener un catarro.

¿Pero qué sucede entonces con la contaminación, con el contagio y con todos aquellos factores que inciden negativamente en la excelencia? El mundo en el que vivimos está lleno de imperfecciones, de fallos y errores imperdonables. Está lleno también de virus. Si virtualmente una mujer excelente es fácilmente atacable, una mujer real excelente lo es aún más. Tendría que vivir en una burbuja para no contagiarse de la gripe A o cualquier otra gripe, pues no lo olvidemos, a mayor calidad biológica (proteínicamente hablando) se produce una mayor vulnerabilidad biosistemática.

El futuro de la mujer excelente, en caso de llegar a producirse un desembarco biotecnológico (que a nadie le extrañe que Monsanto saque al mercado genomas excelentes –aunque estériles-) es un futuro plagado de temores, temores a perder precisamente la excelencia, pues de manifiesto se pone su gran debilidad inherente, una debilidad que no tiene en cuenta el cambio de paradigma que de forma inadvertida se ha producido, al mutar la palabra excelencia por “excelente”.

La sinonimia con maravillosa, extraordinaria, sublime, hermosa, admirable, estupenda… crea en la futura mujer excelente un estado de perfección imposible y fácilmente atacable, no sólo a través de lo corrupto sino sobre todo mediante el simple contagio contagio, el sencillo contagio de todo aquello que estando cerca no es ni puede ser de ninguna forma excelente.

A no ser, que como las sirenas, llegar a ser una mujer excelente, no sea más que una ficción a la que se le han amputado las piernas.

Violeta Zat, http://www.violeta-zat.com,http://violetazat.wordpress.com


violeta zat

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